Tu lenguaje no verbal afecta a tu estado de ánimo.
No somos conscientes de la postura que adopta nuestro cuerpo en el día a día. No nos reconoceríamos si nos viéramos por un agujero. Además no tenemos ni idea de la influencia que eso tiene, no solo en nuestras relaciones personales y laborales, sino en nuestro estado de ánimo.
A estas alturas, ya sabemos que nuestro cuerpo es capaz de enfermar cuando no gestionamos nuestras emociones, que el estrés genera desde dolor de espalda a problemas cardiovasculares o estomacales… Lo más increíble es que no sólo podemos estar más sanos si aprendemos a tomarnos la vida de otra forma y gestionar nuestras emociones. Si modificamos nuestro lenguaje corporal también podemos mejorar nuestra vida.
Con algunos pequeños cambios en tu lenguaje corporal, puedes ganar seguridad y confianza.
Algunos cambios en nuestro lenguaje no verbal nos ayudarán a ganar confianza y autoestima. Eso se reflejará también en nuestras relaciones porque modifica nuestra actitud.
¿Eres de esas personas que va más encorvado de la cuenta? ¿Caminas con la cabeza baja? ¿Frunces el ceño? ¿Cruzas los brazos para poner entre tú y los demás una barrera defensiva? Todos estos gestos no sólo demuestran ante los demás una actitud cerrada, poco implicada y sin ganas de involucrarse y aprender. Estos gestos hacen que te sientas peor y actúan en tu contra. Te alejan de los demás y te alejan de ti mismo.
Cuando usamos palabras negativas sobre nosotros y sobre los otras personas, llenamos de negatividad nuestra vida y nuestros pensamientos. Y acabamos creyendo que somos lo que nos decimos a nosotros mismos, cuando en realidad, esa forma de hablarnos lo que hace es limitarnos y desmotivarnos.
Cuando nuestro cuerpo está cerrado, sumiso, decaído, hacemos lo mismo.
Sin embargo, es subsanable. Con estar un poco atentos a nuestros gestos, generaremos un cambio de actitud que nos hará sentir mejor. Y a partir de ahí, trabajar en nuestras emociones para mantener esa postura y dar nuestra mejor versión.
Lleva puesta siempre la sonrisa
Tan sólo tres ideas para empezar. Pon la columna recta, como si quisieras tocar con la coronilla el techo y la cabeza alta con la barbilla en ángulo recto con el suelo. Aprieta un poco el abdomen y encoje el trasero… Mueve los hombros hasta tenerlos erguidos y relajados… Y lo más importante, sonríe, aunque te cueste un poco… La sonrisa hay que llevarla puesta siempre.
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