El sábado pasado fui a comer a un restaurante bucólico, enclavado en un entorno maravilloso de la Sierra de Guadarrama, de esos en los que yo digo “¡¡estoy en la glo!!”, vamos, “¡estoy en la gloria!”, para el resto de los mortales, lo que viene significando que no me echan de allí ni con agua hirviendo.
En la terraza, junto a las mesas, hay grandes pacas de paja cubiertas por una tela blanca. Cuando las vi, no lo dudé ni un segundo y cual niña de cinco años me lancé a sentarme en una de ellas, ¿por qué sentarme en una silla, pudiendo hacerlo en un colchón natural al más puro estilo country? Mientras bebía una deliciosa copa de Rivera en mi paca de paja, observé a un grupo de unas seis mujeres que rondarían los 55-60 años, ese perfil de mujer al que le apasiona disfrutar de la vida, de una buena comida, de un buen vino, de la naturaleza, de la risa, de las amigas… vamos, ese grupo de féminas con el que me encantaría sentarme a compartir mantel. El dueño se acercó para tomarlas nota y la sorpresa se la llevaron cuando se dirigió a una de ellas y dijo:
“¿Usted querrá agua con gas S. Pellegrino como la última vez que vino?” (Vaya, he hecho un pareado sin haberlo deseado. Juraría que a él no le salió tan redonda la frase).
Obviamente la reacción de todas fue pasar a un estado ojiplático sin retorno aparente. Le preguntaron al hombre cómo se acordaba de aquello si sólo habían estado una vez hacía varios meses. Él sonrió. Por supuesto no era porque en su día se hubiese enamorado locamente de aquella mujer, al menos no me dio esa sensación ya que el trato con todos los comensales fue exquisito. Tampoco creo que fuese porque aquella mujer haya sido la única clienta en pedir un agua con gas en la historia del restaurante. No, ese hombre habla con el cliente, lo escucha, se interesa por él, y eso hace que sea capaz de recordar ciertas cosas. Ahora, lo que no sé es si esa mujer se enamoró locamente de él después de ese comentario…
A ese estado ojiplático me sumé yo y también sonreí al pensar que sí hay gente que sabe realmente cómo cuidar a los clientes. Que sabe que no basta con ofrecer un buen producto. Os puedo asegurar que esa mujer y sus amigas, jamás lo olvidarán y por supuesto, volverán a comer allí. ¿Por qué? Porque dejando a un lado la calidad de la comida, el entorno… ese hombre supo hacerla sentir especial, no era una clienta más, era la clienta que un día, hace muchos meses, pidió un agua con gas S. Pellegrino.
Por cierto, he de decir que yo también pedí agua con gas S. Pellegrino, quien me conoce sabe que soy de las de “no, sin mi agua con gas con hielo y limón”. Me pregunto si se acordará la próxima vez que vaya… Porque sí, yo también volveré.
GRACIAS POR LEER ESTE POST.
¡¡ESPERO VUESTROS COMENTARIOS!!
UN SALUDO.
MARINA ESTACIO.
¿TE HA GUSTADO ESTE ARTÍCULO?
¡Suscríbete gratuitamente a nuestro boletín de PRUEBATE MAGAZINE!
En el momento en el que te suscribas recibirás de regalo, a través de tu correo electrónico, el vídeo tutorial: “El saludo: el arte de dar la mano”, por Marina Fernández Estacio.