Seducir es generar impacto o influencia en otro, es persuadirlo para que sienta o adopte un comportamiento o actitud acordes (seducción positiva) o contrarios (seducción negativa) a su personalidad o valores. El concepto de seducción más extendido se relaciona con el ámbito amatorio, con las relaciones de pareja, pero también en ámbitos más austeros, como pueden ser la política, la comunicación o la selección de personal, se puede tener la posibilidad de dar caza a seductores o ser víctima de ellos.
Son varios los ingredientes que componen el cocktail de la seducción:
- Inteligencia: Como destaca Howard Gardner, no existe solo una sino distintos tipos de inteligencia. Pero hay dos que pueden atribuirse directamente a ardides de seducción; éstas son la inteligencia lingüística y la habilidad para manejar la estrategia.
El reflejo de la inteligencia en la escritura manifiesta, en general, una extraordinaria fluidez y espontaneidad, con profusión de enlaces altos y armonía en las formas y ritmos.
- Creatividad: La genialidad y la creatividad van a reflejarse en una escritura que destaca por la originalidad de las formas y enlaces entre sus letras, así como por el dinamismo y la irregularidad.
- Naturalidad: Los vendedores de humo se cazan al vuelo. Nadie puede resultar más seductor que siendo simplemente la mejor versión de sí mismo, con total naturalidad, sin artificio.
La naturalidad se manifiesta en una escritura clara y legible, con formas elegantes, pero sin perder la sencillez ni la armonía, y con una firma igual al texto en todos los parámetros grafológicos.
- Carisma: La superioridad y la seguridad en uno mismo que generan un sentimiento de admiración en los demás se reflejan, sobre todo, en cuerpo central sobrealzado del escrito, iniciales mayúsculas altas y firmas de mayor tamaño que el texto, entre otros rasgos gráficos. El carisma potencia también la presión del escrito y, en las formas, no predomina tanto la curva como una adecuada combinación entre rasgos curvos y angulosos.
Algunos seductores saben manejar una combinación perfecta de dos o más de estos ardides, pero todos y cada uno de ellos tienen una cualidad común: la capacidad de observación. Todo buen seductor que se precie debe antes observar, captar los puntos flacos de su presa y, a partir de ahí, comenzar a actuar. Y, por último, un cierto toque de misterio también da buenos resultados en el arte de la seducción.
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SANDRA CERRO
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