La herramienta infalible para triunfar está en tus manos y no la usas…
Si quieres impactar en los demás, escúchales.
¿Eres de esas personas que cuando se supone que está escuchando en realidad está pensando qué va a contestar?
¿Miras a los ojos cuando alguien te cuenta su historia?
¿Asientes con la cabeza cuando te hablan?
¿Tu cuerpo demuestra interés cuando alguien te explica qué le pasa?
Si la respuesta a estas preguntas es no, tienes un problema. No practicas la escucha activa. Tranquilo, no eres el único y además debes saber que puedes aprender. El primer paso es darte cuenta de que la actitud que tienes con los demás te está perjudicando, a nivel personal y profesional.
Cada vez más en las empresas no sólo se demanda que los profesionales sean eficaces en el desempeño de sus funciones, se les pide empatía y capacidad para gestionar sus emociones.
El líder siempre escucha y cede su protagonismo.
No hace mucho, alguien me preguntaba cuál creía que era la característica que mejor define a un líder, a una persona con carisma que se convierte para otros en un guía y un ejemplo a seguir. Hay muchas, sin duda, pero en mi opinión una de las más importantes es la de saber escuchar. Es más, para un líder es imprescindible hacer protagonistas a los demás.
Estamos muy acostumbrados a personas de éxito que sólo hablan de sí mismos, pero los que reamente nos impactan son los que hacen que los demás se sientan importantes y sepan que para ellos tienen valor.
Si quieres que los demás perciban en ti a una persona de confianza, segura y sólida debes escuchar, aprender a escuchar.
Sobre todo, escucha con la mirada.
En el lenguaje no verbal gran parte de lo que nos conecta a otros se gesta en la mirada. Una sonrisa no es real, verdadera y sincera si no nace en los ojos. Por eso, para escuchar a alguien es imprescindible mirarle, conectar con las pupilas. Cuando miramos a otra persona le estamos diciendo “te reconozco, te valoro como ser humano, me interesa y me importa lo que tienes que decirme”. Eso hace que sepan que nos ponemos en su lugar, que es lo que nos convierte en personas empáticas.
Además de mirar a los ojos y seguir su explicación, nuestro cuerpo debe mostrarse atento. Debemos asentir con la cabeza, para que sepan que no nos hemos ido mentalmente. Debemos mantener una postura relajada pero abierta, despierta, ser capaces de entender qué nos dicen y parafrasearles. Y sobre todo, callar. El silencio es un regalo. Quien sabe administrar sus silencios es capaz de comunicar e impactar mucho más en su discurso. Cuando callamos y escuchamos, desde dentro, con todo el cuerpo, aprendemos. Los líderes aprenden cada día de su entorno y nunca se cierran a nada.
Muchas gracias por leer mi post.
Saludos.
MERCÈ ROURA.
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