Política cromática:
Es común oír la frase de que el color comunica, y en política no iba a ser menos. En este caso, el color se convierte en uno de los símbolos y parte de la identidad de una determinada ideología política, donde la gama cromática entre el azul y el rojo es la más utilizada.
Pero el color y la ideología, emparentados al hablar de política, encuentra nuevos usos en la vestimenta de los políticos, que a su vez, formará parte de la imagen de los mismos y su proyección e identidad hacia la ciudadanía.
La norma socialmente aceptada para los negocios es la utilización de vestimenta formal con colores sobrios, serán los que marquen las negociaciones internacionales. Si lo extrapolamos a la política, un representante que utilice una vestimenta conservadora, tradicional y colores sobrios, proyectará una imagen de seriedad y responsabilidad hacia el electorado.
La nota de color hasta el momento la aportan las políticas y representantes femeninas, quienes utilizarán tonos fuera del negro y el marino habituales, siempre intentando plasmar estilo y formalidad, no chabacanería debido al porte de determinadas prendas que puedan mostrar parte de su anatomía o tonalidades y estampados demasiado llamativos en aquellos espacios donde la ausencia de color es la tónica habitual.
La tradición en la utilización de este tipo de vestimenta, donde el uso de trajes clásicos con camisas en tonos azul o blanco y corbatas que aporten luz, contrastan con las nuevas tendencias en la vestimenta política y los colores utilizados, el último caso, el traje color beige utilizado por el presidente norteamericano, Barack Obama, en la rueda de prensa de comienzo del nuevo curso político, causando ríos de tinta en la prensa nacional e internacional.
Es en éstos últimos años y el caso de Obama un claro ejemplo, donde el color aumenta y la informalidad se vuelve protagonista en las intervenciones públicas hacia la diferenciación en la vestimenta, la cual, colabora en la tarea de la identificación con los públicos y produce empatía con el núcleo de votantes a los que se persuade con el fin de conseguir el poder o mantenerse en él.
Por tanto, la explicación a estos nuevos estilos de vestimenta y el uso de pigmentos y tonos hasta ahora considerados vanguardistas, encuentran su fin en el camino hacia la llamada humanización política, donde una apariencia más cercana, de igual a igual, fomenta la confianza y la simpatía perdida y tan ansiada a día de hoy, por la clase política.
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