Por mucho que quienes nos dedicamos al protocolo intentemos aclarar algunos de las percepciones erróneas más frecuentes que se tienen en torno a esta disciplina, vemos como éstas se siguen repitiendo una y otra vez. Es probable que nuestros intentos no tengan la suficiente fuerza o que quizá no sepamos transmitir de forma adecuada lo que nosotros consideramos correcto, por eso, debemos seguir insistiendo una y otra vez, con la intención de conseguir aclarar, en algún momento, algunas de las claves que dan sentido a esta disciplina.
Todas aquellas disciplinas en las que el comportamiento humano es parte fundamental en el desarrollo de su aplicación práctica se prestan no solo a diversas interpretaciones sino también a convertir en “expertos” en la materia a quienes creen conocer las claves de ese comportamiento. Pero el protocolo es algo más que una herramienta de comunicación que nos permite relacionarnos de una forma determinada con los demás, por supuesto, esta es una de las principales consecuencias de su correcta aplicación, pero no la única.
Reducir sus funciones a un solo aspecto de todos aquellos que forma parte de esta disciplina nos da una visión incompleta y errónea de la misma y, además, perjudica también a las partes que la complementan formando un todo, perdiendo la terminología específica que las define.
Por eso, una vez más, inasequibles al desaliento, intentaremos dar algunas de las claves que nos permiten distinguir si quien nos habla de protocolo lo hace con verdadero conocimiento de causa o simplemente se aproxima a él desde el interés que despierta una disciplina tan atractiva como mal entendida.
Detecta al instante una bandera mal ordenada
Una de las principales características que definen al estudioso o profesional de protocolo es la facilidad que tiene para detectar una bandera mal ordenada o que se encuentra en mal estado. La bandera como símbolo de representación merece un respeto, que en el caso de los organismos oficiales está regulado por ley. Asociar estas banderas a una ideología determinada solo demuestra el desconocimiento de un símbolo que en realidad representa a un colectivo en el que caben diversas ideologías. Un colectivo (país, región, ciudad…) que en determinados momentos y lugares es representado a través símbolos, como la bandera, en los que se materializa a través de un determinado orden y forma en su colocación, el respeto que se debe a esos colectivos. Tratar de forma arbitraria esos símbolos supone, por tanto, poner de manifiesto la poca importancia que damos a esos colectivos (personas) a las que representa.
Quien sabe de protocolo valora el símbolo de la bandera como elemento a través de cual se manifiesta el respeto que todo ciudadano, como parte de un colectivo, debe tener. Y, entiende, que esa manifestación de respeto a los símbolos y representantes institucionales, se materializa a través del establecimiento de un determinado orden de colocación basado en normas y costumbres que reflejan la realidad política y social de cada época. Despojar a la bandera de su valor simbólico y regir su uso en función de su apariencia física convirtiéndola en un trozo de tela que se puede utilizar para adornar una mesa, decorar un fondo de escenario o convertirla en una cinta a cortar, demuestra que quien lo hace sabe poco de protocolo.
No practica la modalidad olímpica de “Salto de protocolo”
Quien sabe realmente de protocolo evitará utilizar la expresión “saltarse el protocolo” tan habitual en los medios y tantas veces explicada por quienes nos dedicamos a intentar aclarar este concepto (http://pruebatemagazine.com/saltarse-el-protocolo/) una y otra vez.
Y, es que, detenerse a saludar al público que ha acudido a ver a una determinada personalidad, no rompe el protocolo establecido en el programa de visita de dicha autoridad, lo único que pone de manifiesto es la cortesía o amabilidad de la misma hacia quienes han querido acompañarles voluntariamente con su presencia en un determinado acto.
El protocolo de un acto marca el orden que este debe seguir para que todo transcurra con normalidad, si es un acto oficial, se seguirá la normativa específica que nos indica cómo deben ordenarse determinado símbolos y autoridades. En caso de no respetar esta normativa, estaríamos incumpliendo el protocolo del acto y faltando al respeto a quienes están representados por esos símbolo y autoridades. Eso sí que sería un fallo (que no salto) de protocolo y no, el hecho de saludar de determinada forma o de utilizar una indumentaria más o menos adecuada.
Diferencia protocolo y etiqueta
Uno de los errores más frecuentes que más llama la atención entre los auténticos profesionales del protocolo es la no diferenciación entre protocolo y etiqueta. Si bien es cierto que el término protocolo tiende, cada vez más, a utilizarse de forma genérica para referirse a aspectos propios del ceremonial o la etiqueta, no debemos olvidar que sus funciones van más allá de las propias de los otros dos términos (ceremonial y etiqueta), que a su vez se ven perjudicados por falta de uso.
Además, en el caso de la etiqueta se reducen a su vez sus funciones, limitándola, en la mayoría de los casos, a aspectos relacionados únicamente con la indumentaria, olvidando que también se ocupa de otros aspectos relacionados con el adecuado comportamiento que se debe tener en determinados actos, ceremonias o eventos. Protocolo no es sinónimo de etiqueta, aunque la generalización nos haga utilizarlo, en ocasiones, para referirnos a cuestiones propias de ésta.
Considera que no solo es cosa de “reyes”
El hecho de que, durante mucho, tiempo la monarquía haya utilizado el protocolo como herramienta de comunicación que ha visibilizado las características de su forma de gobierno estableciendo una serie de usos y costumbres, no significa que el protocolo sea de uso exclusivo por parte de la realeza. El protocolo se adapta a las necesidades y realidades sociales de cada tiempo, estableciendo también nuevas normas y pautas de actuación acordes a toda institución, empresa u organización que lo utilice para transmitir una determinada imagen que facilite la interacción con aquellas entidades o públicos con los que se estable una comunicación. Reducir su uso a ciertos estamentos o creer que es exclusivo de una determinada clase, solo implica el desconocimiento absoluto de una disciplina muy útil en al ámbito de la comunicación institucional, empresarial o social.
Reconoce lo que no sabe
Para finalizar, y esto es más bien una visión personal, considero que solo un auténtico profesional de protocolo es capaz de reconocer todo lo que le queda por aprender. Una disciplina que abarca diferentes ámbitos (institucional, empresarial, deportivo, cultural, social…); que establece sinergias con otras disciplinas afines (derecho, historia, marketing, relaciones públicas, diseño, periodismo…); y que, en definitiva, como herramienta de comunicación se adapta a las nuevas necesidades y formas que dicho proceso de interacción supone, exige una especialización dentro de la diversidad que solo se consigue reconociendo el valor y talento de otros compañeros de profesión con los que es indispensable contar y trabajar para estar completo y ser, verdaderamente, un auténtico profesional de protocolo.
Espero tus comentarios.
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BELÉN EGEA.
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