La etiqueta, uno de los aspectos más populares que se encuentran incluidos en la disciplina del protocolo, se encuentra en un proceso de cambio hacia nuevos reglamentos no escritos que la sociedad va desarrollando en su continuo avance.
Esta adaptación, también se hace visible en el sector político, una profesión que se consideraba rígida, firme y con una formalidad intrínseca debido a la responsabilidad de los asuntos que tratan, encuentra escisiones en la etiqueta y la vestimenta que no casan actualmente con lo que muchos ciudadanos piensan de la política y quienes la ejercen.
Si hablamos específicamente de la etiqueta en este sector, vemos que concretamente en lo que se refiere a vestimenta, se enfrenta a una serie de giros que podemos calificar van en sintonía con la nueva forma de hacer política, con la regeneración democrática y valores basados en la proximidad al ciudadano.
Los trajes de chaqueta, empiezan a dar lugar a nuevos códigos de vestimenta que, dentro de la formalidad, apuntan a una mayor cercanía, y es que recordemos, estos elementos forman parte de la transmisión de un mensaje persuasivo, desde el punto de lo no verbal, y que genera imagen y reconocimiento.
Pero, ¿este cambio en la vestimenta también se equipara a los cambios en la manera de hacer política? Lo que está claro es que cambia la imagen del político en sí misma, generando nuevas emociones y sentimientos como la empatía que el personalísimo político conlleva y que en unas futuras elecciones, los votos los reciba aquel partido en el que el candidato es considerado más cercano.
Cabe recordar que la etiqueta, no solo hace referencia al código de vestimenta, sino al comportamiento, a las pautas sociales de conducta con los demás y a las buenas prácticas a la hora de interactuar e interaccionar con la sociedad. En este aspecto, también empiezan a despuntarse algunos políticos. Vemos actuaciones que hasta hoy, a muchos les parecían insólitas, como es el caso de ver a un expresidente bailando en un acto, o un beso en los labios de dos políticos bajo la mirada de toda la Cámara.
Estas prácticas, podían parecernos normales en otro contexto, pero no para realizarlo por parte de la clase política, lo que demuestra una vez más, que la etiqueta en general en este sector también se encuentra en proceso de cambio, acercándose cada vez más a acciones costumbristas, y que se ajustan al mismo ritmo de cambio que lo hace la sociedad, y que, aunque pueda parecernos más o menos acertado ya que difiere de lo que estamos acostumbrados, son prácticas que vienen para quedarse.
En definitiva, la etiqueta política está cambiando en general en pro de conseguir una imagen más cercana a la que siempre habían mantenido de pertenecer a una clase diferente, dando cuenta de que realmente son los ciudadanos los que tienen la última palabra.
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DIANA RUBIO
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