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NO TE OFENDAS. APRENDE A GESTIONAR TUS EMOCIONES

agosto 23, 2017 12:53 pm by: Categoría: Comunicación Interpersonal, Tu Lenguaje Corporal Deja un comentario A+ / A-
No te ofendas, no eres un títere
Aprende a gestionar tus emociones cuando te sientes ofendido

Aprende a gestionar tus emociones cuando te sientas ofendido

Dicen que la humillación es una de las emociones más difíciles de superar. Cuando nos sentimos avergonzados, humillados, ofendidos, se nos abre una brecha difícil de cerrar. Sin embargo, debemos hacer lo posible para superarlo porque todo cuánto nos afecta por dentro se transmite hacia el exterior.

La persona ofendida  está hundida y rabiosa. Se trata de una emoción a asumir, aprender a aceptar y canalizar para que no afecte a nuestras relaciones y capacidad de empatizar. Siempre hemos comentado que cuando no estamos cómodos con nosotros mismos, transmitimos esa incomodidad y hacemos a los demás partícipes de ella. La persona que se siente humillada se cierra o decide vengarse del mundo para tener la sensación ficticia de que supera esa humillación. Las emociones que no gestionamos nos hacen perder en control sobre nosotros mismos y dejarnos llevar por un ego que, en todos los ámbitos de nuestra vida, nos distorsiona la realidad y nos hace ver fantasmas donde no los hay.

Nada es personal.

Lo primero que debemos tener en cuenta cuando nos ofenden es que no es algo personal. Por más que lo parezca, el que nos ofende lo hace porque necesita desviar la atención hacia otro y busca la víctima perfecta. Y somos esa víctima perfecta porque nos sentimos susceptibles y aceptamos sus palabras como si fueran con nosotros. Porque estamos dispuestos a creer que somos dignos de esa ofensa y le hacemos un hueco en nuestra vida. Dice el refrán que «lo que dice Juan de Pepe tiene más que ver con Juan que con Pepe» y es cierto. El que ofende nos echa en cara lo que teme que le echen en cara a él. A menudo, criticamos en otros lo que no somos capaces de ver en nosotros y cuánto más sumergida está la sensación de culpa, puesto que el subconsciente lo sabe, más saña empleamos en la crítica y más destructivos intentamos ser. A más intensidad, más sufrimiento interior. Lo que nos molesta en los demás es lo que nos molesta en nosotros mismos.  Juzgamos a los demás para echar balones fuera porque no soportamos la idea de que nos juzguen, porque no nos valoramos suficiente. Esa es nuestra forma de desviar la atención y evitar ser juzgados ya que nos sentimos muy inseguros.

Lo que nos decimos unos a otros funciona como un espejo. Todo lo que nos pasa cuando nos comunicamos con otros nos sirve para aprender y evolucionar. Cuando alguien te dice que no eres válido, está expresando su temor y al mismo tiempo la vida lo pone ante ti para que comprendas que debes valorarte y aceptarte tal y como eres para sacarte partido.

Nada es personal. No es por ti, busca a alguien a quién culpar y tú estabas en el camino. Sus palabras no te definen, no forman parte de ti. Tú decides quién eres. Tú y nadie más.

La ofensa es un intento de manipulación.

Segunda idea importante a tener en cuenta. Quién ofende o quiere ofender pretende manipularnos. Quiere controlar nuestro comportamiento y estado de ánimo. Quiere incidir en nuestras vidas y dejar huella, asegurarse de que nos quedaremos tan rotos que nos pasará por alto que él está igual que nosotros…

Hay muchas formas de manipular. Desde la más sutil y sofisticada a la más burda y evidente. A menudo, el manipulador es esa persona que lleva puesta siempre la etiqueta de víctima y quiere darte pena para que cedas a sus pretensiones. Necesita hacerte sentir culpable de sus desgracias para que te sientas en la obligación de compensarle y pagar tu deuda. Muchos de ellos son personas hábiles que te acaban metiendo en su mundo y no sabes cómo acabas obedeciendo a sus pretensiones.

Otros, son simplemente personas que buscan confrontación porque se sienten agraviados y tienen ganas de pelearse. A todos nos ha sucedido alguna vez, salir a la calle con ganas de justicia y una especie de sed de venganza. Justo ese día, no sólo malinterpretamos cualquier gesto inocente sino que todos los maleducados del lugar vienen a relacionarse con nosotros… No es casual, recibimos lo que damos.

Cuando nos ofenden, podemos escoger entre quedarnos con esa ofensa y ver cómo nos transforma y saca ese ogro que llevamos dentro o decidimos soltar esa necesidad y seguir adelante.

¿Vamos a permitir que esa persona decida cómo van a ser las próximas horas de nuestras vida? ¿Vamos a dejar que se meta en nuestras vidas y las organice?

Hazme caso, ahorra energía. No te enfades. Necesitas toda tu capacidad para focalizarte y centrarte en tus metas y no en las suyas. Acepta que no sabe más y de momento es incapaz de ser amable y sigue adelante. Aceptar no quiere decir que bajes la cabeza o que te resignes, de ninguna manera. Lo que pasa es que no puedes empeñarte en cambiar a esa persona porque no lo hará. Puedes decidir irte y dejarle con la palabra en la boca o decirle que no mereces ese trato pero eso no cambia cómo es.

Lo que realmente importa es que no te afecte. Puedes irte o quedarte. Sonreír o ponerte muy serio pero no dejes que te afecte, no habla de ti, habla de él mismo.

Suelta el control de todo.

Uno de los grandes retos a los que nos enfrentamos es el de aceptar. Notar qué sentimos y descubrir por qué. No querer enmascarar o evitar sentir sino usar esas emociones para conocernos mejor y aprender de nosotros mismos. Para ello es importante aceptar cómo nos sentimos y aceptar la situación que vivimos. Darnos cuenta de que hay cosas que no dependen de nosotros y no podemos cambiar. A menudo, dedicamos mucho tiempo a intentar cambiar cosas que están fuera de nuestro alcance en lugar de concentrarnos en nosotros. Si lo pensamos fríamente, es paradójico que nos enfademos, nos pasemos horas con el pulso acelerado y la adrenalina a tope por una discusión que no podemos cambiar y sin embargo no invirtamos ni un minuto en modificar un hábito que nos puede ayudar a ganar en salud o productividad. Es como si nos empeñáramos en modificar el movimiento de rotación de la tierra pero fuéramos incapaces de plantearnos reducir la velocidad a la que conducimos nuestro coche por una carretera. Gastamos tanta energía en lo que está fuera de nuestro control que nos quedamos exhaustos para lo que realmente sí podemos cambiar.

Debemos dejar de soñar con cambiar al jefe o al compañero desagradable. Será mejor concentrarnos en ser nuestra mejor versión y empezar a buscar un trabajo nuevo donde nos sintamos mejor. Lo más curioso es que cuando hacemos eso, cuando aceptamos que no vamos a cambiar al compañero ofensivo o al jefe déspota, cambiamos nosotros. Cambia nuestra mirada hacia el entorno y nuestra forma de abordar el día a día. Y eso se traduce a todo. A nuestra forma de movernos, nuestro lenguaje corporal, nuestras palabras y expresiones y nuestra mentalidad. Ya hemos comentado en alguna ocasión que el lenguaje corporal modifica el estado de ánimo y viceversa. Cuando eso ocurre, todo cambia. Entras en la sala con la cabeza alta porque ya no te preocupas por los demás sino por ti y te concentras en crecer interiormente y mostrar tu talento y valor… El resultado es que el compañero que busca ofender te pasa por alto porque busca una víctima y tú ya no respondes a ese perfil, tú eres una persona que no ofrece grietas por dónde colar su amargura ni su veneno. ¿Por qué? Porque se nota a la legua por cómo te mueves y comportas que ya no eres una persona reactiva. Eres una persona proactiva, que propone y decide por sí misma lo que le interesa y que no va estar haciendo caso a sus palabras ofensivas y no harán mella en ti. No puedes estar pendiente de los demás ni reaccionar cuando te activen con sus pretendidas humillaciones… No eres el perrito de Pavlov.

La forma de no estar en manos de otros es soltar la necesidad de controlarlo todo y centrarte en ti. Si haces eso, lo más probable es que esa persona te deje en paz porque ya no le seas útil.

Esto no se consigue a la primera, se entrena.

No es fácil. Al fin y al cabo, esto va de amarse a uno mismo y por desgracia en eso no nos dan nunca clase, al contrario. Vivimos en una sociedad que te pone muy fácil que evites mirar en tu interior y te sientas pequeño y poco agraciado. Sin embargo, no se me ocurre mejor inversión en la vida que dedicar tiempo a amarse. Si te amas, todo fluye. La autoestima es la base de una vida sana en todos los aspectos. Lee libros que te ayuden a aprender cosas sobre ti, busca la forma de soltar la tensión y aprende a gestionar tus emociones de mil formas… Puede ser meditando o subiendo montañas, estando en contacto con la naturaleza, haciendo deporte y estando cerca de personas que te aporten y ayuden a crecer.

Y cuando te ofendan, es importante que no te tragues las palabras, díselas. No tiene por qué ser en ese momento y sobre todo no tienes por qué ponerte a su nivel, tú no eres así.  Respira hondo y date un tiempo. Si saltas a su yugular, habrá conseguido su objetivo, que seas como él y te sientas igual de amargado y dolido. Te habrá manipulado y no lo mereces, no tiene sentido porque nada de esto va contigo, es su problema.

Si no puedes decírselo con calma sin alterarte, respira hondo de nuevo y usa tu compasión… Piensa que no sabe relacionarse mejor y que realmente se siente muy mal y lo paga contigo, pero da igual porque tú sabes que es una excusa… Que esa persona necesita llamar a la atención y tiene un problema. No es personal, no va contigo y no tienes por qué decir nada.

Recuerda que no se trata de ganar, esto va de estar tranquilo y en paz. Da igual que se crea que se sale con la suya. En el fondo, ya se dará cuenta de que no porque verá que no eres su títere y no respondes a sus palabras ni te hundes.

Construye tu escudo protector.

Es un escudo mental al que acudir cuando te quieren hacer sentir mal y alterar tu estado de ánimo. Consiste en sumergirse en una especie de burbuja donde nada te altere, donde puedas mantener una sensación de paz y seguridad.  Para ello tienes que recordar un lugar o situación en la que mantuviste la calma. Visualiza con todo lujo de detalles, con todos sentidos… Cómo olía, qué temperatura hacía, cómo te sentías, qué veías, qué oías… Sumérgete en tu momento de calma y nótalo como si fuera ahora, como si pudieras echar mano de él cuando quieras porque te pertenece. Respira hondo, hazlo una cuantas veces y visualízate en esa situación.

Imagina que los disgustos y las palabras te rebotan como si las balas de goma de una pistola de juguete en una pared. Imagina que puedes oírlo todo pero que no te afecta porque estás cubierto de un escudo que tu levantas y que te rodea. Estás en una burbuja y nada puede perturbarte. Puedes comprender las palabras e incluso aceptar que tu actitud puede haber contribuido a ellas, que te las están diciendo para que entiendas que no las mereces y que forman parte del mundo de esa persona no del tuyo.

Siéntete protegido, como si en esa zona nada pudiera alterarte ni tocarte. Marca tu territorio. 

Piensa una frase, como un mantra que repetirte en ese momento. Que te recuerde tus sueños y objetivos y te haga sentir cómodo y en paz. Puedes tararear una canción que te motive, que te haga sentir en paz y te recuerde que estás por encima de esta situación.

 Nadie puede humillarte si no te dejas.

Las personas que quieren ofendernos se enojan mucho cuando no lo consiguen. A menudo, lo hacen porque buscan pelea ya que se sienten muy agraviados por la vida o han sufrido lo que consideran una injusticia y necesitan que alguien lo pague. Si no ven que respondes, dejarán de hacerlo. Irán a buscar a otra víctima que se sienta perturbada por sus palabras y te dejarán tranquilo.

No dejes que te afecte, sé tú. Eres más poderoso de lo que imaginas, no seas su títere…

GRACIAS POR LEER ESTE POST.

ESPERO VUESTROS COMENTARIOS.

SALUDOS,

MERCÈ ROURA.

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Acerca de Mercè Roura

Mercè Roura. Soy periodista y formadora en comunicación, inteligencia emocional y marca personal. Estudié en la Universidad Autónoma de Barcelona y dediqué unos cuantos años a la radio y la televisión. Aprendí mucho trabajando en programas informativos tratando temas de política y economía. Dediqué más de diez años de mi carrera a moderar tertulias y programas de debate político en la televisión. En 2007 empecé a dar un giro a mi carrera, después de formarme en diversos cursos de oratoria, lenguaje no verbal y marca personal. Descubrí mi vocación por formar y ayudar a las personas a sacar su talento a la luz y conseguir que muestren todo su potencial. Allí empecé mi camino como formadora, una tarea que me apasiona. Actualmente estoy cursando un Máster en Inteligencia Emocional aplicado a la formación. Una de mis grandes pasiones son las palabras. Siempre he pensado que tienen mucho poder y que nos pueden ayudar a cambiar el mundo. Fruto de ello empecé un blog en 2011 que culminó en 2015 con la publicación de un libro “Amo la Imprudencia de mis palabras”.

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